Los beneficios del aceite de oliva
El aceite de oliva es una de las grasas vegetales más antiguas y compone la fuente principal de lípidos de la dieta mediterránea. Nosotros somos afortunados de tener al alcance este alimento que, no solo enriquece nuestros platos diarios, sino que también posee grandes propiedades que resultan muy beneficiosas para la salud.
Los expertos recomiendan una dosis diaria de 40 gr día (2 a 3 cucharadas) de aceite de oliva virgen extra consumido crudo para que sus componentes tengan una acción positiva en nuestro organismo:
- Mejora la circulación de las piernas ya que activa la circulación del flujo sanguíneo y previene las molestias al caminar.
- Tiene virtudes cosméticas que resultan ideales para mantener una piel joven, pues ayuda a hidratar, revitalizar, nutrir, purificar y alisar el rostro.
- Ayuda a reducir el colesterol malo y los triglicéridos gracias a su contenido de ácidos grasos monoinsaturados.
- Mejora el nivel de azúcar en la sangre porque una simple cucharadita es muy útil para controlar la glucosa (¡ideal para los diabéticos!).
- Sus componentes atioxidantes, como los fenoles, previenen la muerte celular, atenúan el envejecimiento y mejoran las funciones cognitivas.
- Favorece la absorción de calcio y minerales como fósforo, magnesio y zinc, gracias a lo cual, tiene un efecto protector y tónico sobre el cabello y uñas.
- Es efectivo contra la hipertensión, favorece el tratamiento de las enfermedades del corazón, estimula la digestión, mejora las funciones de la vesícula biliar y previene ciertos tipos de cáncer.
La revista Molecular and Cellular Oncology recogia recientemente los resultados de un estudio de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey y del Hunter College de Nueva York que señala precisamente que un componente del aceite de oliva virgen extra, conocido como oleocantal, es capaz de matar las células del cáncer sin alterar las células sanas del ser humano.
El oleocantal es un compuesto orgánico natural aislado del aceite de oliva virgen extra cuyas enzimas provocan la muerte de la célula cancerosa mediante la ruptura de las vesículas que almacenan los residuos de la célula, sin dañar las células sanas, que paralizan temporalmente su ciclo de vida para reactivarlo naturalmente transcurridas unas horas. Un estudio que supone un punto de inflexión muy interesante en la búsqueda de una enfermedad que, según el informe 2014 de la Organización Mundial de la Salud, ha producido 14 millones de nuevos casos y más de 8 millones de muertes.
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